El mes de julio marca un momento único en la historia de la exploración de Marte: por primera vez, tres misiones de tres países distintos, emprenderán su viaje al planeta rojo para seguir descifrando secretos y ampliar los conocimientos sobre el que debe ser el siguiente escalón en nuestra conquista del espacio.
Por el 20 y el 22 de Julio, y después de haber pospuesto la fecha dos veces esta semana, la Agencia Espacial de los Emiratos Árabes Unidos lanzará la sonda Hope Mars, desde el Centro Espacial Tanegashima en el suroeste de Japón. Este aparato viajará a bordo de un cohete H2A, de Mitsubishi Heavy Industries, y monitoreará el clima marciano para elaborar un mapa de un año de la meteorología de ese planeta. Mars Hope, si cumple su misión con éxito, será la primera misión de un país árabe en explorar el planeta rojo.
Para esto, Hope deberá entrar en órbita marciana en febrero del 2021; fecha que coincide con la celebración de los cincuenta años de la creación de la unión emiratí.
TIANWEN-1 será la segunda misión marciana del Programa Espacial de la República Popular de China. Se estima una ventana de lanzamiento entre el 20 y el 25 de julio. La expedición consta de un satélite que estudiará a Marte desde su órbita con 6 instrumentos científicos como cámaras, espectrómetro y radar; y de un róver que hará estudios desde la superficie del planeta con detectores de campo magnético, cámaras y hasta un radar de penetración del suelo marciano.

Esta misión china no solo será la primera de un país asiático que pone a funcionar un todoterreno sobre Marte, sino que, de lograrlo, sería la primera vez que, en un solo intento, un orbitador y un vehículo de exploración entran en funcionamiento en una misma misión. ‘Perseverance’ –antes conocida como Mars 2020– es la tercera excursión que partirá rumbo al cuarto planeta del sistema solar este mes. Bajo la responsabilidad de la Nasa, iniciará el día 30 con el despegue de un cohete Atlas V de United Launch Alliance desde el Centro Espacial Kennedy, en Cabo Cañaveral (Florida, EE. UU.). Ese proyectil llevará consigo a ‘Perseverance’, un róver considerado ‘hermano’ de la emblemática ‘Curiosity’ que estudia a Marte desde 2011.
‘Perseverance’ lleva todo un repertorio de herramientas y experimentos científicos de vanguardia como Moxie, capaz de convertir el abundante dióxido de carbono de la atmósfera marciana en oxígeno, algo vital para pruebas de “terraforming” (conversión de la atomsfera y el ambiente de un planeta no habitable, a la atmosfera de la Tierra, posibilitando la vida humana).
Una de las particularidades de ‘Perseverance’ será su acompañante volador: ‘Ingenuity’, el primer helicóptero que de acuerdo con lo planeado por la Nasa hará alrededor de cinco vuelos, cada uno de máximo tres minutos, a alturas de entre tres y diez metros.
El siguiente peldaño
La colombiana Adriana Ocampo, geóloga
planetaria de la Nasa, explica que, normalmente, las agencias espaciales
emprenden sus viajes a Marte en julio de los años pares porque es el momento en
el que las órbitas de la Tierra y el planeta rojo están más cerca, lo que
optimiza las trayectorias de los cohetes, este periodo de tiempo se lo denomina “ventana”. Según
Ocampo, la cantidad de despegues hacia Marte de este año “da una idea de cuánto
ha avanzado la exploración espacial, y es una evidencia de que toda la
humanidad está comprometida con el mismo objetivo. “Es emocionante ver a tantos
países involucrados en la investigación de Marte, y esto es algo en lo que la Nasa está
interesada”, asegura.
El interés en el planeta rojo es la consolidación de dos esfuerzos de décadas
–dice Ocampo–: por un lado, los intentos por establecer si Marte alberga, o
albergó, vida; y, por el otro, seguir construyendo cimientos para la
colonización humana de ese planeta, el siguiente peldaño en nuestra conquista
del universo. “Esta empresa empezó en la década de los 60 del
siglo pasado con los denominados “flyby”, sobrevuelos de naves que de una sola
pasada dieron una rápida mirada cercana al planeta rojo. Después vinieron las
primeras sondas orbitadoras y, finalmente, los primeros robots marcianos.
“Fue en julio del 76 que amartizamos por primera vez, con las misiones
Vikingos, y empezamos a intentar descubrir signos de actividad biológica en
Marte. Y ese es un misterio aún irresuelto. Es mucho lo que ahora sabemos
del planeta rojo, pero como es la naturaleza de la exploración, mientras más se
sabe, más se quiere entender, sobre todo si en un futuro queremos pisar ese
planeta”, dice.
Más colaboración
Luz María Martínez, científica
colombiana del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la Nasa, en Pasadena (California), asegura que las misiones pasadas arrojaron
importantes pistas sobre cómo se formó el planeta vecino, su composición en el
pasado (con una alta presencia de elementos líquidos, incluida agua, que se
evaporaron) y su transformación durante millones de años.
“Es como un rompecabezas del que poco a poco vamos encontrando piezas y
aprendiendo a hacer las preguntas correctas; de esta manera, nos ingeniamos las
herramientas para resolver esas inquietudes con cada nueva misión. Como lo dijo
Carl Sagan, nos convertirán en una especie interplanetaria”, dice Martínez,
quien agrega que esto solo lo permitirá el trabajo en equipo entre agencias
espaciales.
Y continúa: “Afortunadamente no hay un monopolio y, entre más naves mandemos
como humanidad, más vamos a aprender. Aquí entrarán en juego no solo las
agencias espaciales gubernamentales y privadas, sino las universidades y todos
aquellos que están jugando este partido. Claro que habrá tensiones y, por eso,
hay que empezar a considerar las condiciones que tiene en cuenta cada uno de
estos actores”.
“Hay incertidumbre sobre lo que pasará, y la ciencia ficción nos da ideas de los resultados que puede traer la
exploración marciana: así como puede derivar en una distopía en la que esta
nueva comunidad marciana es independiente y caótica, también podría ser el caso
contrario, en el que se conforma una utopía en la que todo funciona a la
perfección. Más allá de esas consideraciones, creo que el solo hecho de que nos
estemos planteando estas preguntas es valioso. Son inquietudes que solo
podremos responder si seguimos explorando”, apunta Martínez.
Los ‘7 minutos de terror’
Las misiones espaciales son aventuras
llenas de desafíos. Habitualmente, el despegue del cohete desde la Tierra es
considerado uno de los momentos de mayor tensión, pues las grandes cantidades
de combustible que se utilizan para vencer la gravedad terrestre hacen de estos
vehículos potenciales explosivos de cientos de millones de dólares.
Sin embargo, en el caso de las excursiones a Marte, los científicos deben
superar un obstáculo adicional: como el planeta rojo tiene una atmósfera muy
delgada (casi cien veces menos densa que la de la Tierra) existe poco aire que
genere fricción para frenar los aparatos que se dirigen hacia su suelo.
Por lo general, las agencias espaciales utilizan una combinación de
retropropulsores y paracaídas para desacelerar sus robots, que viajan a
velocidades de hasta 20.000 kilómetros por hora.
En promedio, pasan siete minutos desde que la cápsula ingresa a la atmósfera
marciana hasta que se detiene por completo y amartiza. A este lapso se le
conoce como los ‘7 minutos de terror’, pues, si algo sale mal, el esfuerzo de
años podría quedar reducido a una pila de escombros en el frío planeta rojo.
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